Un día largo, muy largo. Me siento muy cansado y creo que me agarré uno de esos refrío de antología.
Las cosas… no lo se, creo que no están tranquilas. Me siento incomodo y con pocos deseos de hacer cosas, me siento fuera de lugar, un poco lo que me pasaba antes. Creo que estoy volviendo a la rutina, y eso no me gusta.
Me siento aburrido y cansado, pienso en todo lo que me molestan mis amigos por todo lo que demoré en terminar mi carrera, aunque debo aclarar que son bromas en buena, pero realmente me sorprende que no se den cuenta que no fue tan así, que aunque estaba fuera de
Cuando veo esto, veo como todos piensan y ven las cosas de una manera tan… cómoda, no lo entiendo. Me siento solo y con pocas ganas de dejar de estarlo. Cada vez veo que los días son como los imaginaba, todos iguales, todos rápidos, todos inútiles.
Si bien todos los días los siento así, hoy fue especial, me sentí más solo, con más ganas de mandar todo a la cresta, más ganas de no estar ahí. Y bueno, para quien ha leído esto antes, ya saben lo que pasó después, hoy es 24 de enero, y no puedo decir más que la extraño mucho.
Hace 7 años que la perdí, una de las pocas personas que podían romper esto que siento, y una de esas pocas personas por las que soy capaz de hacer lo que sea para que este bien, lo que sea.
Mi abuela nació un 24 de enero, uno de esos días donde me sentía feliz, donde veía a mi familia, donde la rutina se moría. Todos estos años, todos y cada uno, me pasa algo raro los 24, no me doy cuenta que es 24, si ni siquiera me acuerdo que es enero, pero ese día es distinto, y cuando llega la noche, y en la cocina veo el típico calendario, veo ese 24 marcando el día.
La extraño mucho, realmente la extraño mucho. Era de esas personas con las que el silencio no es incomodo, me bastaba estar con ella para sentirme bien.
Yo a ella la bauticé cuando niño, y después de eso nadie mas pudo llamarla de otra forma, o le decían mamá (obviamente sus hijos), o los nietos le decíamos “Mamita Luna”, igual es algo bochornoso que un amigo te escuche llamar a alguien así, pero realmente no podía hacer otra cosa, ella no tenía otro nombre, me sentía mas raro diciéndole abuela.
El momento cuando la bauticé fue una noche de luna llena, que brillaba como no se imaginan, estábamos los dos solos, con las luces apagadas, y juro por mi madre que vi su cara en la luna, y le di su nombre. Esto pasó cuando tendría 4 o 5 años, es una de las pocas cosas que recuerdo, y es de las que más cuido.
Te extraño mucho mamita, eres lo que me falta ahora, y eres la que me enseño a soportar y superar el no tenerlo. Estos días pasarán, quizás encuentre otras cosas, quizás me vaya bien, o quizás mal, pero llegado el 24 de enero estarás aquí ayudándome a recordar que te quiero, y que no puedo estar solo, siempre tengo a la Luna.