martes, julio 01, 2008

Casi...

Hace cuatro días que me encontré con él. Lo acompañe a un trámite que tenía que hacer, y como estaba cerca de donde trabajo... no pude resistir. Estaba en la entrada del edificio, llamándome por teléfono porque para variar estaba algo atrasado, me escapé antes del trabajo para estar tranquilo y tener tiempo de conversar.

Corté el teléfono, no sin antes decirle con una broma que lo veía y que estaba cruzando la calle en forma apresurada, que los buses no son cómodos cuando te pasan por encima. Llegué a la entrada del edificio, él me vio. Está algo más gordo, más arrugado, diferente, pero cuando lo vi... era el mismo que veía en el colegio, y con una sonrisa cambió las cosas. Un gran abrazo y un saludo de esos que se dan los buenos amigos.

Un poco de historia, un poco de recuerdos, un inicio algo nervioso. Él tenía que hacer el bendito trámite y subimos por el ascensor. Era en un piso bastante arriba en el edificio, y antes de llegar nos quedamos solos en el ascensor, unos momentos interminables de silencio que rompí con otra broma y con un estúpido comentario sobre las marcas que tengo en la cara gracias a los medicamentos y a la alergia rosasea, realmente soy un tonto cuando la presión es muy grande.

Se sentó frente a la secretaria, hablando de unos papeles y otras cosas que debía entregar y otros que debía recibir, yo miraba la oficina y lo miraba, era una situación extraña, después de todo el nerviosismo del ascensor me sentía tranquilo, esa oficina me sacó el golpe que fue verlo.

Salimos de la oficina y ya era como en el colegio, bromeando, hablando como cabros, yo como siempre, como me siento cómodo... diciendo bromas, hablando algo liviano pero algo denso, una combinación algo rara, como cuando las cosas las siento simples.

Los dos teníamos hambre, y como buen santiaguino... "unos completos por favor". Y nos sentamos, y nos sacamos lo que sobraba, yo mi abrigo y el su chaqueta, y comenzamos a conversar. Que les puedo decir, a pesar de la primera impresión, él sigue teniendo eso que me gustaba tanto cuando joven, no tiene un físico espectacular, pero tiene ese físico que me gusta.

Conversación y más conversación, yo contando mis desdichas y el contándome de su familia, de sus padres, de su abuela, de sus hermanos y de sus hijos y su mujer. Y yo... como siempre mirando lo que quiero y no puedo tener, escuchando sin mostrar cuanto me molesta escuchar, concentrándome en su cara y en lo que podía recordar.

Me preguntó por mis años, mi vida, que había pasado... "no ha pasado mucho". Le conté más de mi enfermedad, de lo poco que recordaba, de lo mucho que estaba buscando, de cuanto necesitaba encontrar a mis amigos, encontrar algo firme, algo mío. Vi en su cara la incredulidad cuando escuchaba todo lo que le contaba, y sobre todo el saber que había estado solo todos estos años, porque aunque le dije que había tenido algunas cosas por ahí, se bien que no estaba en un buen momento para mentir.

No se bien cuanto conversamos, pero para mi fue muy poco. Yo miraba el reloj, tenía que hacer pero no quería partir, él lo notó y salimos del local. Caminamos hacia el metro y seguíamos conversando. En la entrada de la estación una mujer vendía guantes para niños, y él buscó unos guantes para su hija, y yo mire como estaba agachado en el suelo buscando esos guantes... tan cerca y tan lejos.

Más conversación, lo acompañé todo lo que pude, hice una vuelta larga que siempre hago cuando quiero ir sentado durante el viaje. Seguimos conversando, y conversando. Él me dijo que estaba flaco, y yo que no estaba tan gordo como me había dicho, él toco mi estómago y yo el suyo, dos momentos que valía la pena vivir.

Llegó el momento de bajar, de dejar el maldito vagón, de despedirse. El tren a punto de detenerse y yo me despido, le pido que nos encontremos pronto, que mis amigos del colegio son de lo poco que me queda que tiene algo de sentido para mi, lo abrazo y él a mi, y en el abrazo siento algo de cariño, el mismo que sentí cuando nos saludamos, la misma sensación rara cuando me preguntó sobre mis "experiencias" en estos años. Sentí algo de esperanza, un poco de eso que te ayuda a dejar la cama en las mañanas, sentí que él también sentía algo.

En el abrazo sentí como nuestras caras se rozaron, algo de su calor y de su pecho contra el mío. Nos alejamos y comencé a seguir al rebaño que salía del vagón. Una vez fuera miré atrás y él me miraba y yo me sentí por un momento de 17, por un momento olvidé casi todo, casi todos los malos ratos, casi todo lo que me ha costado, casi todo... pero solo casi, porque él estaba allá, dentro del carro, y yo fuera, viéndolo por la ventana. El metro se fue y yo bajé la escalera.

No hay comentarios.: